Corría 1990, comenzaba una década prometedora, acababa de caer el Muro de Berlín, Ronald Mc Donald llegaba a Rusia y la música Rap tenía un apogeo trascendental
Recuerdo que mi madre fue a buscar un “maistro” para que hiciera algunos trabajos en la casa, agarramos rumbo norte y llegamos a la recién nacida Colonia Quintas Carolinas, fraccionamiento en las inmediaciones de lo que llegó a ser la Quinta Carolina.
Llegamos a una de las casas en obra negra y mi mama se bajó a platicar con el “maistro” yo aburrido me bajé del “Bocho” buscando que hacer, vi un baldío y a lo lejos se veía una abundante alameda, me di cuenta que era un rio.
De manera natural, siempre me llaman mucho la atención esos parajes, así que caminé unos cuantos metros, hasta topar con un cerco de alambre de púas, sin poner mucha atención a mi alrededor alce la vista, me percaté que estaba muy cerca de las montañas (la afamada sierra de Nombre de Dios) pero una me cautivo en cuanto la vi, era muy particular, tomando en cuenta que tenía 10 años, no había visto una montaña tan preponderante y tan cercana a la ciudad, tenía un color muy rojizo pero eso era lo de menos, la verticalidad con la que se alzaba hacia los cielos me dejó estupefacto.
Me brotaron unas ganas irresistibles de conquistar aquel coloso, incluso de manera intuitiva comencé a visualizar la ruta a seguir para escalar aquel pico prominente, me imaginé subiendo y me vi parado en su cumbre.
El grito de mi madre me regresó los pies a la tierra, nos teníamos que ir, antes de girar volví a mirar la cumbre, parecía tocar las nubes, juré volver y cumplir mi deseo natural de estar parado en aquella cumbre viendo lejanos horizontes.
Pasaron algunos meses y jamás pude borrar de mi mente aquella montaña y el anhelo por conquistarla, así, llegó 1991, platicándole y motivando a los amigos de la época y a un primo socio de pillerías, decidimos aventurarnos a conquistar dicha montaña misteriosa y solitaria, así que poniéndonos de acuerdo ideamos el plan (el plan consistía en ir, y que Dios nos cuidara)
Llegado el día predicho nos reunimos temprano, llegó Piolín, Anuar quien invitó a su primito Tadeo, armándonos, nos embolsamos (a pobre criterio) lo que creíamos podría servir, unos chocolates, limones, muy poca agua en una sola cantimplora, una lámpara, una navaja sin filo y una delgada cuerdilla de Henequén de unos 10 mts.
Inexpertos, sin nadie que nos guiara, cuidara, o nos recomendara que hacer o no hacer, emprendimos la excursión confiando en nuestra intuición y energía.
Como punto de inicio, (y como si iniciara una costumbre) nos dejaron en el Oxxo, ahí mismo pasarían por nosotros a la hora acordada, despidiéndonos, les señalé el coloso a conquistar y emocionados comenzamos a caminar, paso a paso fuimos dejando la urbe atrás y adentrándonos al campo, pasamos varias labores, tuvimos que brincar algunos cercos de púas, llegamos a las arboledas del cauce del rio, ni siquiera sabíamos cómo se llamaba el cauce, corría el agua, pero no era de profundidad, buscando por donde cruzar, encontramos una pequeña cortina hechiza de piedras y troncos, algunos más audaces se quitaron calcetines y calzado, yo atravesé así, brincando entre las rocas.
Al cruzar seguimos nuestro camino, dejando el rio atrás vimos unas extrañas construcciones en la rivera, nunca supimos que eran, supusimos eran minas o cribas para sacar material, sin detenernos iniciamos el ascenso.
Caminando cuesta arriba comenzamos a cansarnos, nos dimos cuenta de que el reto no sería nada fácil, yo estaba muy ansioso por la cumbre pero al verla se nos hacía imposible de alcanzar, en conjunto asimilamos que no nos podíamos desbocar, la técnica que brotó en base a la necesidad, fue elegir pequeños objetivos más cercanos y alcanzables, en las faldas vimos un conjunto de rocas de gran tamaño, así que decidimos primeramente llegar ahí y hacer un descanso, eso me motivo, eso sí se podía lograr.
Al llegar a las rocas mencionadas, nos sentamos a su sombra y analizamos por donde seguir, nos dimos cuenta que la inclinación se ponía cada vez más exigente, y lo primero que debíamos derrotar era la cuesta de las faldas, por lo que fijamos el siguiente objetivo, llegar al pie de los acantilados que ya ofrecían una inclinación más severa, ya no sería solo caminar, sino usando manos y pies comenzaríamos a escalar. Divisamos lo que parecía ser una pequeña cañadita y decidimos llegar a su boquilla, era lo más viable ante aquel muro natural que se alzaba imponente e infranqueable.
Retomamos el camino, paso a paso nos fuimos acercando al segundo objetivo, llegamos a la quebrada y nos dimos cuenta que el gigante que avistábamos imposible de atravesar, tenía su talón de Aquiles, a veces las cosas a la distancia se miran imposibles, es cuestión de adentrarte, seguir adelante, para entender que imposible es nada.
Comenzamos a escalar, yo comencé a sentirme un poco mejor, me di cuenta que era más habilidoso escalando que caminando cuesta arriba, Anuar ayudaba a Álvaro Tadeo y Piolín ensimismado, cargaba las cosas sin chistar palabra, en dos o tres ocasiones se nos complicó el ascenso, era demasiado vertical, y cuidándonos de no ir a resbalar y caer buscábamos la vía que nos ofreciera posibilidad más segura a nuestras competencias físicas.
Ascendiendo llegamos a lo que parecía la entrada de una mina, era un socavón rojizo, aún más que lo de alrededor, curiosos y deseosos decidimos entrar, pero nos dimos cuenta que era de poca profundidad, Piolín comentó que era una mina tapada, y que la habían cerrado para ocultar un tesoro, nuestra imaginación voló, vimos cavernas y abismos por dentro de la montaña, precipicios sin fondo, pero sabiendo imposible el entrar, volvimos a enfocarnos en seguir.
El sol ya pegaba duro, pero como ascendíamos la cara Oeste, la verticalidad de la roca nos ofrecía sombra, una vez más nos detuvimos a descansar sentándonos al borde del reliz, estábamos en un punto donde se veía el avance pero no el final, Piolín buscando la cima, comentó que todavía nos faltaba mucho, mi primo Anuar nos comentó que no nos fijáramos en lo que faltaba, sino en lo que ya habíamos recorrido, nos dimos cuenta que la vista era espectacular, se veía toda la ciudad y más allá, era alentador haber llegado hasta ahí, pero insuficiente para saciar el deseo de conquista.
Seguimos escalando, ayudándonos entre sí y cuidándonos unos a otros, en pocas ocasiones llegamos a usar la cuerdilla, y todos ayudábamos y aconsejábamos a Álvaro Tadeo quien era el más chico de nosotros.(tenia 8 años)
Fueron varios puntos, donde llegamos a pensar muy convencidos de que por fin justo al subir la siguiente roca, estaría el asomo de la cumbre, pero no era así, al subir nos dábamos cuenta que faltaba más, ya cansados, el calor comenzó hacer estragos, la sed apareció y no habíamos administrado la poquita agua que llegamos a cargar, nos comenzamos a desanimar, pero el ver todo lo que habíamos recorrido se convirtió en un detonante de motivación, ya no nos podíamos rajar.
Topamos con unas rocas verticales, se sentían difíciles de franquear, pero sintiéndonos habilidosos decidimos escalarlas ayudándonos entre todos a subir, al treparme me di cuenta que ya no había algo “mas” allá, sino que como telón de teatro, se dejó ver el horizonte este, abriéndose la cima en un pequeño espacio circunferencial, por fin, después de tanto esfuerzo, dudas y cansancio, estábamos ahí en el lugar que consideramos en algún momento imposible de alcanzar, no recuerdo quien de todos fue el primero en llegar a la cima, lo que si recuerdo es que Piolín corrió y dijo, llegue primero, Anuar se subió a una piedra de la cima y dijo, pero no has llegado al punto más alto, Álvaro Tadeo subió a una más grande y dijo, entonces yo gané, yo sin querer quedarme atrás busque entonces la piedra más alta de toda la cumbre, lo cual hizo nacer una afanosa costumbre en mí, cada que llego a una cima, cada que conquisto alguna cumbre, busco el punto más alto dentro de lo más alto, corrí pero no fui el único, todos queríamos conquistar primero el punto más alto, me subí a la roca más grande, junto con Piolín, llegó Anuar y le dijo a Álvaro Tadeo que faltaba el, así que también se nos unió, juntos los 4 nos abrazamos, estábamos felices, gritábamos desde la cumbre y veíamos los horizontes justo como me los imagine, sierras y montañas más allá de nuestro alcance, miles de puntos a conquistar, que nos hacían ver que esa cima, solo era el preámbulo a conquistar cimas más altas, nos sentamos al borde, viendo el cauce del rio sacramento, las periferias y la ciudad, tratábamos de buscar nuestra colonia, apuntando para todos lados, estábamos exhaustos, sedientos pero felices, esa sensación jamás la olvidare, me marco de por vida, al fin pude saciar (cuando menos de manera temporal) mi anhelo de conquistar.
Estando sentados, nos quedamos en silencio contemplando la lejanía, el calor y el sol ya pegaban recio, no había sombra donde protegernos y nos habíamos quedado sin agua, decidimos que lo más prudente era volver, antes de comenzar el descenso, Anuar comentó que toda conquista se debería bautizar, teníamos que ponerle un nombre a la montaña, o más bien, más que al cerro, a nuestra conquista, pensando en las opciones, Piolín dijo que como el cerro era rojizo, podríamos llamarle Cerro “el Colorado” (sin saber realmente que ese era su nombre más oficial) pero se nos hizo un nombre tan obvio que lo terminamos por descartar, comentando algunas otras opciones, yo les comenté que no olvidáramos que éramos los LARDD (Nombre de la palomilla de nuestros amigos que nos identificaba en aquel entonces) se me hizo buena idea llamarlo así, Anuar comento que no, porque LARDD era Luis Anuar y Rafael, pero Piolín optimista dijo que no importaba, porque LARDD tenía una “A” y él se llamaba Aarón, Anuar se quedó pensando y agrego “y Tadeo se llama Álvaro entonces sí, nos aplica el Nombre a todos quienes conquistamos por primera vez esta cima”
Será Cerro Colorado para el resto del mundo, pero Cerro LARDD para nosotros, por décadas y para todos aquellos quienes conocieron y subieron esa montaña a través de nuestra influencia, recomendación o guía.
Una vez bautizada la odisea, comenzamos el descenso, aunque estábamos agotados, me di cuenta que se me facilitaba mucho descender, no me cansaba y aunque lo hicimos con mucho cuidado, bajamos justo por donde habíamos subido, ya confiados lo hicimos rápido y seguro, al bajar a las faldas nos sentíamos más seguros todavía, pero faltaba buen tramo de recorrer, algún que otro resbalón nos ayudó a llegar más rápido a la rivera del rio y así como llegamos lo cruzamos, recuerdo traer muchísima sed, pero afortunadamente nunca nos pasó por la cabeza tomar agua de algún lado del rio.
Ya con nuestras ultimas energías logramos llegar al único Oxxo que había por la zona, a donde mi mama pasaría por nosotros, entramos al Oxxo y sin pensar dos veces yo agarre un gatorade (de vidrio) Piolín hizo igual, pero Anuar la pensó, siempre habilidoso con los cálculos, comentó que el gatorade era muy caro, y efectivamente, apenas traíamos para comprar uno solo para cada quien, yo le dije que lo compraría porque era energéticamente muy reparador, pero Anuar nos dijo que con lo mismo, se podía comprar más, sodas y aguas para saciar más la sed, ya no le hicimos caso, triamos demasiada sed para echar cálculos, al comprar todos, salimos afuera y nos sentamos a la sombra, yo tome poco a poco el gatorade, Piolín siempre ha sido muy desesperado y en cuanto lo abrió se lo tomó, Anuar efectivamente compro dos chescos y un agua, por lo que tenía de sobra, yo al terminar mi Gatorade me di cuenta que no había sido suficiente, la sed seguía, ya menos pero seguía, Anuar solo nos comentó “les dije”
Sentados esperamos a que mi mama llegara, tiempo después llegó y nos preguntó cómo nos había ido, emocionados le platicamos todo, pero remarcando en todo momento que habíamos logrado conquistar la cima.
Después de esa conquista, comenzó una pasión por la montaña, después de esa han sido cientos en todo el estado de Chihuahua, aún con todo y sus barrancas, pero es la Montaña LARDD una de las mas significativas y especiales en mi vida.
He perdido la cuenta de los ascensos que he hecho a través de las décadas, y han sido incontables las personas a quienes he guiado, motivado a subir y conquistarlo, lo que si no se me pasa, es decirle que ese cerro se llama Cerro LARDD.
excelente historia, cúantas mas tendrá, felicidades inspirador relato
Que sorpréndete, creo que tú gusto por las montañas ha sido un gusto nato, como tan pequeños se fueron a la aventura y tomaron ese reto, ese cerro es uno de los que más me hacen sudar, pero también es un cerro muy significativo para mi, ahí subí por primera vez con mi hermano que en paz descanse, gracias por compartir
Leer este tipo de anécdotas, transportan aquellos tiempos donde eramos felices en los días de campo familiares, o las excursiones con los camaradas del barrio. Felicidades, espero sigan subiendo mas de este tipo de relatos